domingo, 7 de diciembre de 2014

Entrega de Premios Mi libro del Verano


                       Día  de  la  Lectura  en  Andalucía














































































         La  Noche  de  los  Cuentos






































                    Entrega  de  premios  Certamen  Literario

















Entrega  de  premios  a  los  ganadores  de  la  actividad


"Mi  Libro  del  Verano"


        Por fin pudimos entregar los premios a los compañeros que más libros habían leído el pasado verano.

        Son Nerea y Salvador del curso 5º B.

        Aquí os dejamos unas fotos de la entrega de su premio.

        Esperamos que les gusten sus libros nuevos y puedan ocupar un lugar preferente en su biblioteca personal.

Nerea  recibe  su  premio  














Nerea  y  Marisa


 
Salvador  recibiendo  su  libro









 
Salvador  y  Marisa


Los  premiados  posan  sonrientes  en  la  Biblioteca  junto  con  Marisa, una  compañera  del  Equipo  de  Apoyo.













martes, 9 de septiembre de 2014

Curso 2014 - 2015


H a l l o w e e n




        Este año vamos a escenificar un entierro. Por supuesto no de personas. Tampoco se trata de enterrar objetos, aunque también podría hacerse. La idea de esta actividad es reflexionar sobre aquellos hechos o sentimientos que no queremos tener en nuestras vidas. Muchos de nuestros alumnos optarán por los deberes, y esa puede ser una opción; pero podemos intentar que piensen un poco  y lleguen más allá, por ejemplo, enterremos la maldad, las guerras, el hambre, la pobreza, la envidia, los abusos, los niños obligados a ir a la guerra o a trabajar, la enfermedad,  a la propia muerte.

        No sólo tendremos que pensar de qué desprendernos, también habrá que dar tres razones por las que no queremos esos sentimientos o hechos en nuestras vidas y qué consecuencias tendría su eliminación. 

        El entierro debe ir acompañado de una música para la actuación del correspondiente cortejo fúnebre. 













        Para realizar el cortejo fúnebre podemos basarnos en los ritos de diferentes culturas. A modo de orientación los siguientes:

        Los Neandertales  enterraban a sus muertos lo cual nos indica su preocupación  por el espíritu humano. El cadáver se colocaba en posición fetal, o durmiente, En las tumbas se han encontrado restos de animales, herramientas, alimentos y flores; incluso en algunas han aparecido restos de hogueras. Todo esto podría indicar que realizaban algún rito fúnebre, aunque los paleoantropólogos  no están de acuerdo en este punto.

        Los fenicios seguramente preparaban el cuerpo del difunto lavándolo con algún producto mezclado con agua, al igual que hacían los egipcios. Si los cuerpos se incineraban no sería necesario lavarlos porque el fuego es un elemento purificador. También se ungirían con aceites olorosos. Tras la cremación los restos se depositaban  en una urna y se sepultaba. En los casos de inhumaciones, el difunto se vestía con un sudario y se adornaba con sus joyas personales y amuletos, en la tumba se disponía un ajuar funerario, más o menos abundante, según la categoría social del difunto. Después el cuerpo se colocaba en un ataúd de madera o directamente sobre el suelo. Sólo las clases más ricas podían ser embalsamadas. El cortejo fúnebre, formado por familiares y amigos, acompañaría al difunto hasta la tumba. Allí el cuerpo se colocaría con la cabeza mirando al este y los pies al oeste, en relación con la luz solar y con la idea del retorno y de la inmortalidad de las almas. La tumba se cerraba con grandes losas de piedra. En señal de duelo los familiares y amigos arrojarían trozos de vasos cerámicos. Pasados unos días los familiares se reunirían en la tumba para realizar una comida en honor del difunto.  La creencia de que el difunto realizaría un viaje para llegar al mundo de los muertos está atestiguada por la figura del barco funerario hallado sobre numerosos sarcófagos.

        En la Grecia clásica al frente del cortejo fúnebre iba una mujer portando un vaso de libaciones, detrás  los hombres y al final las mujeres vestidas de luto (negro, gris o blanco). La tumba se situaba fuera de las murallas de la ciudad o en las tierras de la familia. La cremación era costosa y por eso se solía inhumar el cuerpo. Si se incineraba, las cenizas se recogían en una vasija y eran enterradas. El lugar del enterramiento se señalaba con una construcción, un simple montículo de tierra o una estela. Característico de estos entierros eran los epitafios, pequeños poemas que informaban sobre la vida del muerto. En la boca se le colocaba una moneda para pagar al barquero que le cruzaría el río que separa la otra vida.

        En la civilización romana al difunto se le honraba, pero se le tenía desconfianza y miedo. Los romanos pensaban que todo acababa en esta vida y que lo único que podía conseguir la inmortalidad era perdurar en la memoria de los demás. Al morir se sacaba un molde de cera de la cara del difunto y ocupaba un lugar en el altar doméstico (lararium) siendo venerado por el hijo. En la boca del difunto se introducía  una moneda para pagar al barquero Caronte. Los familiares portaban el cadáver y las mujeres comenzaban a llorar de forma histérica, gritando y  arañándose la cara. Los hombres reprimían cualquier manifestación de dolor. La comitiva fúnebre estaba encabezada por unos tocadores de flauta y trompetas, detrás iban los esclavos portando antorchas, un grupo de plañideras y los familiares que llevaban las imágenes de los antepasados. Un familiar pronunciaba el laudatio funebris, una oración fúnebre, en la que se elogiaba al difunto. A veces, al final de la comitiva iba un bufón que hacía chistes y se burlaba de las alabanzas hechas al difunto. Las personas de clase alta se incineraban y los pobres eran inhumados. Los familiares y amigos les arrojaban flores. La urna se colocaba en un monumento funerario situado en las principales vías de salida de la ciudad. El día de los difuntos (del 13 al 21 de febrero)  los familiares llevaban flores y ofrendas de trigo y encendían una lámpara ante la urna del difunto.

        La cultura judía siente un gran respeto por la muerte. A la cabecera del entierro se coloca una luz o vela en recuerdo de que “el alma es la luz del Señor”. Se cubren los espejos y objetos de adorno y no se colocan flores porque son símbolo de la vida. El cuerpo del difunto se purifica y se le coloca una mortaja blanca como señal de igualdad de todos los seres humanos ante la muerte. El rabino realiza unas reflexiones sobre el difunto y la muerte. Posteriormente los familiares se rasgan las ropas como señal de amargura por la pérdida del ser querido. Si el difunto es el padre o la madre se rasgan la ropa en el lado izquierdo,  para descubrir el corazón; para el resto de familiares se rasgarán el lado derecho de la ropa. Después se recita una oración y se lleva el cuerpo para enterrarlo. Al llegar al lugar escogido se debe, inmediatamente, bajar el ataúd a la fosa. Las personas que echan tierra en la sepultura deben tener cuidado de no pasarse la pala de mano en mano, deben dejarla en la tierra para que la otra persona la tome de allí. Esto simboliza la voluntad de no transmitir desgracias a otra persona. También es costumbre colocar una pequeña piedra o un puñado de tierra sobre la sepultura y despedirse del muerto antes de retirarse. La obligación de enterrar a los muertos en la tierra tiene su origen en la Biblia (“… pues polvo eres y al polvo volverás”)  Por este motivo la ley judía prohíbe los entierros en mausoleos y las cremaciones.

        En la religión islámica algunas normas sobre el enterramiento se encuentran en el Corán, entre ellas la no aceptación de la incineración. Para el Islám,  igual que en el cristianismo y el judaísmo, la muerte es un paso hacia la vida eterna. En primer lugar se lava el cuerpo por dos personas del mismo sexo que el difunto. Después se cubre con una mortaja sin costuras, preferentemente de color blanco y de tela normal sin adornos. Sobre la primera mortaja se coloca una segunda y encima una tercera. Después se atan las mortajas con telas. El imán, o un pariente cercano, realiza una oración. El cadáver es llevado a la tumba en una especie de camilla que portan sus familiares y amigos. Se entierra lo antes posible, directamente en la tierra, sin ataúd, y orientado hacia La Meca.

        Por último, y como ejemplo del cortejo fúnebre más conocido y curioso, el realizado por la reina Juana de Castilla tras la muerte de su esposo Felipe I.  La reina decidió llevar a su difunto esposo desde Burgos hasta Granada, donde su madre, la reina Isabel, había construído un mausoleo real. Debido a diversas circunstancias el peregrinaje duró tres años (1506 – 1509) hasta que el rey Fernando intervino y  llevó a la fuerza a su hija al palacio de  Tordesillas, donde permanecería encerrada hasta su muerte. Felipe I, apodado el Hermoso, fue enterrado en el mausoleo de Granada en 1525, cuando su hijo, Carlos I, V de Alemania, ordenó el traslado del cadáver.

        Tenemos la esquela que vamos a utilizar y el ataúd de cartulina donde introducirla:




        Un ejemplo de la decoración del colegio:









        Y de postre...  un bizcocho de chocolate apropiado para la ocasión y preparado por nuestras magníficas cocineras:


        Tenemos que leer todas las esquelas, cuando lo hagamos os las dejaremos aquí para que podáis verlas vosotros. Y os diremos los nombres de los grupos ganadores.





Mi    libro    del    verano

Nuestro  colegio se ha llenado de cometas




    


En sus cintas de colores traen unas tarjetas.


 



 ¿Qué mensaje nos querrán transmitir?


¡Verano!     

  
                                                                    ¿Libro?  


 ¿Quién nos podrá desvelar este misterio?




¡¡ Libros, libros!!


Seguro  que  en la Biblioteca  del  cole  nos darán  la  clave  de  este enigma.